Buscador

Búsqueda personalizada

lunes, 31 de marzo de 2014

28 Premio Relato Corto sobre Enfermedades Raras: Gafas para ver.

Lo tenía delante de los ojos y ni cuenta. Había mirado una y otra vez, del derecho y del revés. En eso consiste mi trabajo. Hay que armarse de paciencia. Levantarse cada mañana pensando si tal vez hoy tendré alguna alegría. Si conseguiré descifrar el lenguaje secreto de los cromosomas. Si podré ponerle mi apellido al descubrimiento del siglo. No lo he dicho. Soy investigador. O biólogo. O genetista genómico. O una mezcla de todo ello que agitado dentro de una batidora me hace todavía más tonto. Si algo he aprendido es que no soy Dios y no puedo desafiar al destino. No puedo adivinar el complejo mundo de la creación. Y aunque dicen de mí que soy un experto en la materia, me siento sobrepasado. Me doy cuenta que no sé nada y que por más que mire, el misterio se cierne a mi alrededor.

Algunos dicen que debe de ser divertido eso de leer como es uno por dentro, de disponer de esa huella genética que diferencia a un ser humano de otro. A veces, confieso que es desesperante. Uno revisa la ubicación exacta de los genes en los cromosomas.

La muestra objeto de estudio pertenece a un niño del que sospechan sea portador de determinada enfermedad. Y yo miro sin ver, como si necesitara unas gafas especiales que iluminaran mi intelecto, como si el error fuera mínimo y la cuadrícula me gastara una mala pasada.


Ayer lo dejé por imposible. A veces uno se obceca teniendo la solución en sus narices. Pero hoy me he levantado con el presentimiento de que iba a ser capaz de lograr un avance. No me queda más remedio que darles algo a los de arriba, lo que sea con tal de que mantengan las subvenciones. Dicen que pierdo el tiempo, que los euros se han de invertir en otras cosas. Que o hay resultados inmediatos o ruedan cabezas. Que total, no voy a dejar de ser un aspirante frustrado a científico investigador. Que haría mejor colgando en la pared un cartel que hablara de mi derrota. Tal vez tengan razón, aunque he de reconocer que ese estado de excitación propio de los contratiempos me estimula. Me hace mirar por el microscopio de otra manera. Estoy tan cerca de conseguirlo...

Hoy es día de lectura. El soporte de cristal dónde están representados los genes de manera ordenada a través de sondas, espera que descubra la diferencia de expresión. Me aplico con fruición hasta que doy un salto en la silla. Por suerte el cristal continúa debajo del microscopio, intacto, esperando que confirme lo que ya ronda por mi cabeza. En el cromosoma 22 hay una pérdida de material genético. Esa es la causa del trastorno del niño. Su huella no es sana, para que me entiendan. Tampoco siempre es hereditaria sino espontánea. Pero es la responsable de retrasos en el habla, trastornos en el desarrollo y cierto grado de discapacidad intelectual.

Podría festejar el descubrimiento pero no lo hago. Tiene un nombre, síndrome de Phelan-McDermid. Una familia más formará parte de la asociación que lucha porque nosotros, los investigadores, no nos durmamos en los laureles. Sólo el conocimiento amplio de la evolución y futuro puede ayudar al crecimiento y desarrollo diario.

Mañana volveré a estar delante de otro cristal, tal vez con suerte, descubra el apellido de otro defecto que hace distinto a otro individuo. A lo mejor nos cierran el chiringuito pero yo seguiré jugando a arrebatarle los secretos a ese Dios que en un caso de cada cien mil, se duerme a la hora de la creación de un ser y le sale ligeramente defectuoso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario